miércoles, 4 de junio de 2014

El aporte de proteínas debe ser similar al de una alimentación normal, es decir de entre el 10 y el 20% del valor calórico total de la dieta. Desde la óptica clínica habitual se recomienda que de entre el 50 y el 60%, estas proteínas sean de origen animal, dado que son proteínas que satisfacen mejor nuestras necesidades de aminoácidos, mientras que el resto corresponderá a proteínas de origen vegetal, contenidas especialmente en los cereales y sus productos derivados y las legumbres.

Cuando se llega a conseguir estas recomendaciones, se debe tener en cuenta que algunos de los productos proteicos de origen animal que se consumen de forma más habitual, como son los productos lácteos y los cárnicos, suelen ser más ricos al mismo tiempo en grasas saturadas, un tipo de grasas que como se ha visto, debe ser muy controlado, dado sus efectos nada favorables sobre el perfil de los lípidos sanguíneos. Por el contrario, no sucede lo mismo en el caso del pescado.

El hecho de no tomar una ingesta excesiva de proteínas es especialmente importante para el diabético, dados los eventuales problemas renales que pueden aparecer con el tiempo.


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