2. No prestar la suficiente atención en personas con un mayor riesgo, como por ejemplo: las personas obesas y aquellas que tienen antecedentes familiares de diabetes.
3. No dar prioridad a la educación nutricional.
4. Atender de forma obsesiva los niveles de glucemia, olvidando otros aspectos del máximo interés para el equilibrio nutricional, como por ejemplo: el exceso de peso, los niveles de colesterol, etc.
5. Olvidar el papel fundamental que tiene la prescripción de un aporte adecuado de grasas.
6. Ver a los glúcidos como “los malos de la película”.
7. Olvidar los beneficios presenciales de la fruta en una dieta equilibrada por el hecho de que tiene azúcares.
8. No prestar la debida atención a la conveniencia de tomar una cantidad adecuada de fibra.
9. Hablar de la “dieta para el diabético” como un patrón rígido sin considerar las características propias de cada caso.
10 Olvidar que una dieta adaptada en un momento, puede resultar inadaptada en otro momento de la evolución del trastorno.
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