miércoles, 4 de junio de 2014

Veamos, con nuestro modelo alimentario habitual, los azúcares que ingerimos en mayor cantidad son la glucosa y la fructosa (en las frutas y  también en la miel), sacarosa (en las frutas y el azúcar) y lactosa (en la leche y algunos derivados lácteos como el yogur, pero no en el queso). Y entre los alimentos de consumo habitual ricas en almidón contamos con los cereales y sus derivados, las legumbres y las patatas.

A excepción de la miel y el azúcar, todos los demás alimentos citados se pueden considerar básicos, es decir, aquellos de los que se recomienda un consumo diario por sus importantes aportes nutricionales.
Al margen de los alimentos básicos contamos con los alimentos llamados complementarios; en síntesis se trata de aquellos cuyo consumo no es necesario para alcanzar el equilibrio nutricional. En algunos de ellos la presencia de glúcidos es extraordinariamente importante.

Este es el caso, por ejemplo: del azúcar, que está compuesto únicamente a base de glúcidos, en concreto de sacarosa.

Por otro lado, la causa de que muchos de los otros alimentos complementarios sean ricos en glúcidos se debe a que son productos en los que se utilizan cantidades importantes de azúcar (sacarosa) en su elaboración; este es el caso de las mermeladas, las confituras, el chocolate, los refrescos comerciales, etc. En este sentido, la miel sería una excepción aunque es rica en azúcares, ya que estos no proceden de la sacarosa.

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